Gestión del fracaso a través de la filosofía de bambú

Tal y como he explicado en decenas de seminarios en empresas, es pertinente hablar sobre nuestros fracasos. Estamos siempre prestos a compartir y difundir logros y premios, pero pocas veces exponemos nuestros tropiezos; sea para apoyarnos en la experiencia de quien ya ha superado escollos similares o para compartir el aprendizaje que el fracaso nos ha obsequiado.

Con respecto a este tema, recuerdo a una anécdota de una empresa que tuve la oportunidad de conocer de cerca, ellos establecieron la política del “Error más error” y no era más que un compartir, una vez al mes, de los peores fracasos que habían atravesado por departamento y lo que habían hecho para recuperarse.

Ese día del mes, llevaban comida para compartir y se reunían expresamente para hablar de sus errores. De esta forma, se bajaban del pedestal de la utópica perfección y además, compartían las fallas y documentaban las buenas prácticas que habían utilizado para superarlos.

Y es que, ¡un fracaso no es más que un ensayo del éxito!

Truman Capote, autor de la magistral novela “A sangre fría”, aseguraba que “todo fracaso es un condimento que le da sabor al éxito”. Como ser humano de talento, Capote era optimista, pero se sabía imperfecto.

Sostener el criterio de que nunca fracasaremos en un empeño, es falta de sentido común, es una autovaloración presuntuosa y no optimista. Todos los que luchamos por un objetivo en la vida, estamos expuestos al fracaso. Esa es la realidad.

Es cierto que un contratiempo de esta naturaleza, por pequeño que sea, trae preocupaciones ya que viene sazonado con el sabor amargo de la desilusión, pero no nos puede detener. ¡Si dejamos de hacer, por temor a fracasar, nunca sabremos hasta dónde somos capaces de llegar y ese es el más rotundo de los fracasos!

Ahora bien, cuando analizamos el tema del fracaso en las organizaciones, la situación se complejiza aún más, ya que se trata de diferentes pareceres que deben combinarse para salir de la parálisis y actuar de forma asertiva.

Es imposible que todas las decisiones que tomemos en la empresa sean correctas, pero la más incorrecta sería dejar de tomarlas por simple temor. Esto nos convierte en equipos indecisos y dejaríamos de luchar por lo más importante: el aprendizaje.

Podemos sufrir fracasos en la empresa, a nivel personal o familiar, pero debemos asumirlos de forma correcta, como un contratiempo, no como el fin de todo, sino como una experiencia que nos permitirá ser más eficaces y eficientes, una motivación más para continuar el camino.

 

Equipos que son como el bambú

En mis conferencias y encuentros corporativos (así como también en el libro “El secreto del bambú”), hacemos énfasis en la ventaja de asumir la filosofía del bambú para encarar los retos que se presentan a las empresas en la actualidad.

La planta del bambú tiene una serie de características que son útiles para superar los fracasos en la empresa: por un lado, es fuerte para vivir con gracia, pero con los pies firmes en la tierra. Además, tiene la espiritualidad necesaria para simbolizar la grandeza de la simplicidad, ya que sus raíces crecen en el vacío. De la misma manera, es flexible ya que un grupo de bambúes en un bosque se mueve como una espectacular cortina de cuerdas que desafía a vientos y a las tormentas más enérgicas.

Finalmente, los bambúes son solidarios y entienden la importancia de la coexistencia. Entienden que no están solos y que siempre dependen de los demás para subsistir, aportando su grano de arena a la comunidad pero conscientes de que solos no pueden hacerlo todo.

En la empresa al igual que en la vida, podemos asumir el fracaso de dos maneras: como un error imposible de remediar, que nos obliga a abandonar el proyecto, si somos pesimistas. O como una oportunidad para aprender, ganar experiencias, corregir errores y seguir adelante, si nos caracterizamos por el optimismo.

A veces, los “fracasos” no son tales, son solo contratiempos normales con los que tropezamos en el diario quehacer por la vida; pero debemos estar preparados para enfrentarlos con optimismo. De lo contrario, nos vencen y detienen.

Cuando sufras un fracaso en la empresa, sugiero que reflexiones con el equipo y se hagan dos preguntas:

-La primera: ¿Qué hicimos mal? Cuando la responden, se dan cuenta del error que cometieron, se percatan del rumbo equivocado. Por lo tanto, aprenden de ese revés, lo que les permitirá proyectarse de otra manera.

-La segunda es: ¿Cómo son como equipo? La respuesta decide el rumbo de equipo. Si como equipo son temorosos y no perseveran, todo queda ahí, renunciando al éxito. Si por el contrario, se muestran decididos y se proponen lograr el éxito a toda costa, a pesar del contratiempo, y con la experiencia adquirida siguen adelante en tus propósitos. ¡Que los errores los arrastren hacia nuevas soluciones y no hasta la derrota!

Un fracaso momentáneo no es el fin; más bien es el comienzo de una nueva etapa más prospera y exitosa, una experiencia fecunda, un lapso de aprendizaje.

Gestión del fracaso a través de la filosofía de bambú