Liderazgo ético en las empresas del siglo XXI
La ética y la sostenibilidad se han convertido en motores clave para la transformación empresarial, impulsando a las organizaciones a equilibrar la rentabilidad con su responsabilidad hacia la sociedad y el medioambiente.
Joan Fontrodona
En la actualidad, las empresas ocupan un lugar central en la creación de una sociedad más justa y sostenible, lo que convierte a la ética y la sostenibilidad en pilares fundamentales para alcanzar un éxito empresarial auténtico y perdurable.
Para conocer más sobre esto, Factor de Éxito conversó con Joan Fontrodona, experto en ética empresarial y sostenibilidad, sobre los desafíos que enfrentan las organizaciones para integrar estos principios en su estrategia, equilibrando el corto y largo plazo, y respondiendo a las demandas de un entorno global en constante transformación.
Joan Fontrodona, Profesor Ordinario y Director del Departamento de Ética Empresarial en el IESE Business School, es una figura destacada en el ámbito de la ética empresarial y la sostenibilidad. Igualmente es Profesor visitante IDADE Management School, Titular de la Cátedra CaixaBank de Sostenibilidad e Impacto Social y Director del Center for Business in Society. Así mismo, cuenta con una sólida formación académica como Doctor en Filosofía por la Universidad de Navarra y Master en Dirección de Empresas por el IESE. Su experiencia abarca roles clave en organismos internacionales y nacionales, como miembro del Comité Ejecutivo de la Red Española del Pacto Mundial de Naciones Unidas y de la Comisión Deontológica de FENIN, entre otros.
Fontrodona ha liderado iniciativas académicas y prácticas, como la presidencia de EBEN-España y su participación en Forética, además de contribuir significativamente a la literatura especializada en ética empresarial.
A lo largo de su carrera, ha desempeñado un papel clave en varias organizaciones vinculadas a la ética empresarial y la sostenibilidad. ¿Qué lo motivó a enfocarse en estos temas desde una perspectiva académica y práctica?
La empresa es hoy en día un agente importante en la construcción de una sociedad más justa. Además, el trabajo ocupa una parte importante en la vida de las personas. La ética y, en general, las humanidades aportan una perspectiva de siglos que puede ayudar a reflexionar con más profundidad sobre estas cuestiones: cómo el ser humano se desarrolla personal y profesionalmente a través de su trabajo, cuál es el papel de la empresa en la sociedad, cómo generar entornos de confianza en las organizaciones…
Como Titular de la Cátedra CaixaBank de Sostenibilidad e Impacto Social, ¿cuáles considera que son los principales retos para integrar la sostenibilidad en la estrategia de las empresas, especialmente en el contexto global actual?
El principal reto es la tensión entre el corto y el largo plazo. Las empresas están en una continua presión por actuar y dar resultados en el corto plazo. Los mercados financieros exigen resultados continuos; los avances tecnológicos acortan los tiempos de respuesta. En cambio, la sostenibilidad tiene una mirada a largo plazo: está dispuesta a sacrificar los resultados a corto para asegurar un futuro mejor. Esta tensión es difícil de gestionar si todas las partes implicadas no están dispuestas a aceptar un mismo marco de referencia que aúne las prioridades y los criterios para la evaluación de las acciones.
Ha trabajado estrechamente con organismos internacionales como la Red Española del Pacto Mundial de Naciones Unidas. ¿Cómo ve la evolución de los compromisos corporativos con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)? ¿Qué áreas necesitan más atención?
Los ODS propusieron unas metas ambiciosas para 2030 que seguramente no se cumplirán en su totalidad, pero que, por su carácter aspiracional, nos han servido como puntos de referencia para marcar un camino y para sensibilizarnos sobre todos los problemas que tenemos en el mundo. Los puntos en los que habría que incidir más cambian según las industrias o los países. En general, pienso que se ha avanzado más en los aspectos medioambientales, y que deberíamos prestar más atención a los aspectos sociales y de fortalecimiento de las instituciones. También me parece importante tener siempre presente el ODS 17, que se refiere a las alianzas para avanzar en los demás dieciséis objetivos, porque este objetivo nos recuerda que no podemos actuar solos. Como dice un conocido proverbio africano: “Si caminas solo, llegarás más rápido. Si caminas acompañado, llegarás más lejos”.
¿Qué tendencias identifica como las más relevantes para el futuro de la responsabilidad social empresarial (RSE)?
Empezaría diciendo que hoy en día el concepto “responsabilidad social empresarial” ha quedado sustituido por el concepto de “sostenibilidad”, lo cual tiene una ventaja, y es que “sostenibilidad” remite de forma más clara a la actividad directa de la empresa; pero tiene también un inconveniente, y es que con la “sostenibilidad” se pierde la referencia explícita a la ética, como sí está en el caso de la “responsabilidad social”. Dicho esto, las tendencias pasan hoy por relacionar la sostenibilidad con otras cuestiones de actualidad, como la IA y el uso responsable de los datos, o la diversidad y la igualdad en el ámbito empresarial. También en incorporar la sostenibilidad en el propósito de la empresa o generar modelos de negocio más sostenibles. Otra tendencia es la medición del impacto de la actividad empresarial más allá de los criterios financieros: los criterios ESG. Por último, hay una tendencia a incrementar el marco normativo, que debe vigilarse, porque las normas son una palanca de cambio, pero no son las únicas que deben utilizarse.
Ha sido editor invitado en varias revistas especializadas en ética empresarial. ¿Qué temas emergentes en este campo le parecen más urgentes para la investigación académica y el debate público?
Un debate interesante es el que se ha producido en los últimos años en torno al propósito de la empresa. Quizás en el siglo XX nos conformábamos con que la empresa cumpliese su función social ofreciendo productos y servicios buenos para la sociedad y pagando sus impuestos. Hoy en día, esto parece no ser ya suficiente. La reflexión sobre el propósito de la empresa -cuál es el papel que la empresa debe cumplir en la sociedad- abre interesantes reflexiones teóricas, pero también prácticas, sobre cómo debe operar la empresa, cómo debe relacionarse con sus stakeholders, en especial, con sus empleados y con sus inversores.
Con el aumento de la regulación sobre sostenibilidad en muchos países, ¿cómo cree que las empresas pueden equilibrar el cumplimiento normativo con la creación de valor sostenible a largo plazo?
Efectivamente, la regulación es necesaria, pero un exceso de regulación puede ser perjudicial. Por eso, lo primero que hay que hacer es una llamada de atención a no abusar de la regulación. Las normas son una palanca de cambio, pero deben usarse con moderación (¡como todas las cosas en la vida!) y combinarlas con otras palancas de cambio. También las propias dinámicas del mercado y la gestión de las expectativas pueden jugar a favor del cambio. Y por supuesto la educación y la sensibilidad hacia estas cuestiones. La sostenibilidad hay que verla como un factor de innovación y de mejora colectiva. Si la vemos así, nos preocuparemos menos de regularla y más de promocionarla.
En su rol como miembro de la Comisión Deontológica de FENIN, ¿cómo aborda los dilemas éticos dentro de la industria de tecnología sanitaria, especialmente considerando el impacto social de este sector?
La industria farmacéutica y de tecnología sanitaria es un claro ejemplo -al menos en España- de una industria que en el pasado ha tenido una serie de conductas que han generado una reputación cuestionada en la sociedad, y que ha puesto medios para autorregularse, cambiar las prácticas y mejorar su imagen. Pienso, en este sentido, que es un ejemplo que debería ser imitado por otros muchos sectores industriales. En la vida es muy importante marcar las líneas rojas que una persona no está dispuesta a traspasar por más beneficios que eso conlleve, pero también saberse mover con exigencia en la zona gris, esa zona donde hay conductas que, aunque puedan ser éticamente aceptables, pueden llevarle a uno hacia una “pendiente resbaladiza” -porque uno va cediendo poco a poco hasta acabar al otro lado de la línea roja- o bien pueden ser percibidas de forma distinta por otros. Reformulando otro conocido proverbio: “el emperador no solo debe ser honrado, sino parecerlo”.
¿Qué mensaje le gustaría compartir con los líderes empresariales de América Latina y el Caribe sobre la importancia de la ética en los negocios en la actualidad?
La ética apela a la excelencia en el actuar humano. Nos habla de cómo a través de nuestras acciones nos convertimos en mejores personas, y, como derivada, cómo contribuimos a crear mejores organizaciones; y, a su vez, cómo las empresas contribuyen a hacer mejores sociedades. Cuando entramos en esa dinámica de hacer el bien, entramos en un círculo virtuoso que no tiene límite. Siempre se pueden hacer mejor las cosas: siempre se puede hacer más bien. Hay un “business case” de la ética, y es que hacer las cosas bien tiene también un impacto positivo en la cuenta de resultados; hay un “management case” de la ética, porque hacer las cosas bien ayuda a una mejor gestión de la empresa; pero sobre todo hay un “moral case” de la ética, a saber, la responsabilidad que tenemos de contribuir entre todos a hacer un mundo mejor. La ética nos propone un reto entusiasmante: ser mejores personas, hacer mejores empresas, contribuir a hacer mejores sociedades.